Peripécias – entre folha e andorinha

Peripécias

Nasci em Minas e a vida é longe,
muito mais do que sonhei.
Pra lá do arco-íris e de ilusões
mirabolantes de um menino que…

Fui aprender regras e doutrinas
dogmas virginais e outros contos,
na volta só faltou fazer um pacto.

Grego antigo e latim clássico, filosofia,
teodiceia e canto gregoriano, noções
de álgebra e cálculo infinitesimal,
noves fora zero. Saber não ocupa lugar
pese à sua possível inutilidade.

Presente em múltiplas transformações
da realidade beijei num arvoredo cúmplice
os peitos virgens de Orídis, causa inocente
de um primeiro delírio de amor, durou
o que dura um fogo de palha, outra tarde
à beira de um rio caudaloso ruidoso e abundante
em ferrosas rochas grises, além de outros
perigos da topografia, mordi com inusitada
gula os lábios de goiaba madura de uma
menina Iara mestiça de índia e sangue
francês, creio. E daí não passou.

Mas o tempo foi passando e na sombra
de um parque da grande metrópole
remexi como em pétalas de papoula
na bunda roliça morena virgem nua
da moça aliás muito sapeca Angélica
de Jesus Moreira e outro sobrenome
que não vem ao caso, logo depois entrei
com mais que veemente tesão no lindo
corpo adolescente de uma tal Florência
das Neves que perdeu a inocência,
não comigo, que já havia perdido
há tempos sendo noiva de um amigo
ensimesmado taciturno e quedo
que ato seguido se atirou de um décimo
terceiro andar em plena sexta feira treze
de agosto de mil novecentos e
mais não lembro.

Conclusão: estudar filosofia, latim
e teologia, algo de química orgânica
e cálculo infinitesimal, dá nisso.
Por não falar do romantismo alemão.

Mas aí já seria outro caso e esta crônica
em tom menor não tem jeito de seguir
modulando por falta de instrumento

meu piano de estimação, triste vítima
de um incêndio diz que provocado
por mor duma traição, hoje não é mais
que cinza e pó que aliás é o que seremos
tu e eu como todo mundo que leia
estas palavras… ou não.

© do livro “entre folha e andorinha“, 2020, by J. R. Bustamante

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Presencia sin nombre

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar…
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!
AMADO NERVO, «Gratia plena»

No me preguntes cuándo ni dónde
o si era tarde o la mañana de un día
de otoño primavera verano, el tiempo
no cuenta y un lugar mucho menos

el acaso y el hondo hechizo
de una mirada, clara y sugestiva
como la aurora, furtiva e insondable
como el crepúsculo, la breve sonrisa
{eterna} y el amplio silencio de labios
entreabiertos, un roce de manos
que no se tocan, pasos de ola y brisa
marina vuelo de nubes o golondrinas
un vago olor de mar y de una flor
insospechada, qué voy a saber
jamás de tus recuerdos deseos
y cuidados o del estentóreo color
de tu piel entre blancas sábanas
en ciertas tardes de verano
bajo el finísimo lino
que te cubre
figura sin nombre de mujer
sin culpa de pecados ajenos

habitas desde ese instante
fugaz, sin pudor y sin quererlo,
sin jamás siquiera imaginarlo,
el inocente harén de nieblas
y de la más reluciente tiniebla
que anhela mi piel

como quizás anhelara tu cuerpo
de mansa ave o impetuosa fiera
si el intencionado aire ausente
de tus pasos anunciase en ritmo
de vals o rumba todo el encanto
que evoca tu arrolladora presencia

© del libro A cadencia de tu vuelo, 2019, by J. R. Bustamante

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Adán & Eva

El señor Dios le dio también este precepto diciendo:
puedes comer del fruto de todos los árboles del paraíso.

Mas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas,
porque infaliblemente morirás. (Gn II, 16-17)

Adán y Eva habían estado mirándose largamente
ocupados tan solo con la belleza de sus cuerpos recién creados
la boca y los labios la nariz y los ojos el pecho liso de uno
el pecho abultado del otro el misterioso ombligo que va a dar
al pubis y de allí al sexo… tan distinto y bien adaptado el uno
al otro que de inmediato se pusieron a probar
sin reparo ni vergüenza…

Entonces apareció el espíritu maligno
disfrazado de serpiente y con una pícara sonrisa
convenció a Eva de que probase el fruto del árbol
que contenía la ciencia del bien y del mal y después
se lo diese a su marido (que en ese instante se había
adormecido) para que lo comiese también él…

Mal habían degustado el más dulce fruto del paraíso
cuando de los fondos del Edén retumbó la poderosa voz
Adán Adán ¿dónde estás? (en latín, claro, ubi es, lengua
sacra pero también muy cachonda) y Adán (que acabara
de despertar para comer del fruto de la mano de Eva)
del susto de verse desnudo al lado de la mujer y
sin saber qué contestar a la retumbante interpelación
divina supo en esa hora terrible que estaba condenado
irremediablemente a trabajos forzados y a ganarse la vida
con el sudor de su frente y a aguantar las quejas de Eva
por los dolores del parto… y por la miseria de su sueldo.

Palabras extraídas del “Libro del Desarraigo”,
publicado en 2018 por el Grupo Editorial AZUR