Adán & Eva
El señor Dios le dio también este precepto diciendo:
puedes comer del fruto de todos los árboles del paraíso.
Mas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas,
porque infaliblemente morirás. (Gn II, 16-17)
Adán y Eva habían estado mirándose largamente
ocupados tan solo con la belleza de sus cuerpos recién creados
la boca y los labios la nariz y los ojos el pecho liso de uno
el pecho abultado del otro el misterioso ombligo que va a dar
al pubis y de allí al sexo… tan distinto y bien adaptado el uno
al otro que de inmediato se pusieron a probar
sin reparo ni vergüenza…
Entonces apareció el espíritu maligno
disfrazado de serpiente y con una pícara sonrisa
convenció a Eva de que probase el fruto del árbol
que contenía la ciencia del bien y del mal y después
se lo diese a su marido (que en ese instante se había
adormecido) para que lo comiese también él…
Mal habían degustado el más dulce fruto del paraíso
cuando de los fondos del Edén retumbó la poderosa voz
Adán Adán ¿dónde estás? (en latín, claro, ubi es, lengua
sacra pero también muy cachonda) y Adán (que acabara
de despertar para comer del fruto de la mano de Eva)
del susto de verse desnudo al lado de la mujer y
sin saber qué contestar a la retumbante interpelación
divina supo en esa hora terrible que estaba condenado
irremediablemente a trabajos forzados y a ganarse la vida
con el sudor de su frente y a aguantar las quejas de Eva
por los dolores del parto… y por la miseria de su sueldo.
Palabras extraídas del “Libro del Desarraigo”,
publicado en 2018 por el Grupo Editorial AZUR